IBARGUREN. EL CHOCLO. EL CHINGOLO. ESTER.

IBARGUREN

El Dr. Rodolfo Ibarguren es el personaje malo, o “el malvado” de la historia, en el decir de la mayoría.
Rico, poderoso, instruido, transgresor, violento e inescrupuloso… Por si algo faltara, abogado y político.
Listo para ser odiado. Sin embargo, hay algo en él que por momentos nos ablanda.
Justo cuando descubrimos
que en realidad es
dependiente de la opinión social
y de la relación con una mujer.
Si no tuviera algún “talón de Aquiles”, don Ibarguren no parecería humano.
Quienes lo tomaron con superficialidad, sólo apreciaron su aparente maldad.
Quienes lo siguieron en sus estrategias y encrucijadas a lo largo de la historia, vieron algo más que la fachada.
Algunas pistas sobre los resortes internos de sus acciones, nos la dio el Relator.
De otros detalles nos enteramos por las reflexiones y los recuerdos de Manón, su objeto amoroso perdido y perseguido.
Los que realmente lo conocían eran  su secretaria: Ester, y su guardaespaldas: El Choclo. Ellos son los únicos con quienes habla sin ocultarse. Ellos son quienes le dicen alguna cosa de vital importancia para él mismo. Tal vez, los únicos que lo aman.

Ibarguren ama la Ópera. Todos sus anhelos de Belleza -que no puede separarse del Bien y la Verdad- están atrapados en su pasión por la Ópera. 

Saliendo del Teatro de la Ópera de Rosario con sus amigos



Tal vez por eso quería a Manón. Era ella su portal a la Belleza, a la pureza total de la música, el canto y el teatro.


Manón a los dieciocho años, en el coro de cortesanas de la
Ópera Manón,  de Jules Massenet
Desde que la conociera como cantante en el Coro de la Ópera, la obtuvo para él, comprándosela al dueño del Teatro del que Ibarguren mismo era  socio mecenas...
Doce años siendo amantes: convivencia fortuita, ocultamiento, y por fin, enarboló su relación con ella como estandarte de transgresión en su Sociedad.
Teniéndola cerca, él podía sentirse como un monarca con su pitonisa. Seguro de que el mensaje de lo meta -físico llegaría en el momento adecuado.
Este es un motivo más que suficiente para que no pueda "matarla ni dejarla" según sus propias palabras.
¿Cómo podemos los humanos arrancarnos los anhelos de lo absoluto que llevamos dentro?
Si Manón simbolizaba lo único puro que había en su vida interior, él nunca podrá extirparla de su vida, ni de la existencia.
Algún psicólogo podrá darnos más elementos para comprender por qué Ibarguren  necesitaba tanto a su amante, y la convirtió en una parte demasiado vital de sí mismo.
Como hacemos casi todos: lo que no realizamos en nuestro propio ser,  lo dejamos librado al ser y al hacer de Otro.
Claro que en 1921 Freud recién había publicado "Mas allá del principio del placer". Todavía estaba escuchando a sus pacientes e hilvanando sus teorías más acabadas sobre el inconsciente… que  publicaría algunos años después.
En el tiempo en que Manón e Ibarguren eran una pareja, no existía la costumbre de acudir a psicólogos... Salvo a neurólogos o psiquiatras en el caso de enfermedades obviamente declaradas.
Nadie -salvo unos pocos expertos- suponía siquiera que una relación era "obsesiva"... Tampoco se consideraba el grado de las dependencias emocionales ni se les conocía causa y significado más que a través de la poesía o los mitos.
Para los religiosos, era tema de la teología del pecado...
Aún hoy en día, que la Psicología es venerada y abundan profesionales de distintas tendencias atendiendo millones de personas… ¿Quién podría definir la Pasión y salvarnos de ella?
¿Será necesario?

Gracias, nuevamente, doctor Ibarguren, por llevarnos al meollo mismo del arquetipo sombrío, de la pasión y de la posesión.
Y quien pueda librarse de ellas…. ¡que tire la primera piedra!
En misión diplomática en Europa

Sigamos adelante con nuestro carismático personaje...
Cuando comprendemos que a pesar de poseer poder y riqueza, Ibarguren es servidor de lo que espera de él una familia con apellido y  una sociedad aristocrática, nos damos cuenta que cualquier ser humano puede ser esclavo de otros, aunque no sea negro.
No sabemos si alguna vez, el mismo Ibarguren se da cuenta de eso.
Al parecer, no tuvo oportunidad de detenerse en lo que realmente quería o le hubiera gustado ser.


Manón, quien oyó las confidencias que siempre escuchan las amantes, es la única que asevera la insatisfacción de él. A veces para sus adentros, con la compasión de quien lo ha amado. Otras veces, escupiéndoselo en la cara, con la furia propia de las mujeres maltratadas que aún conservan sus instintos vivos.

Para sorpresa de la mayoría, que esperaba que el villano muriera por lo menos en el último capítulo, Ibarguren permanece casi intacto, partiendo hacia Europa en un barco florido,  vencedor de algunos problemas físicos que rápidamente pudo superar.

 Si –como opinaban varios- “los malos tienen que morir”, Ibarguren tendría que haber sido el primero y el que padeciera las peores torturas.
No sólo era el adversario implacable de una de las parejas de amantes de la historia, sino que se erguía como adversario del pueblo: “…la gente no me importa… quiero los votos…” o cuando planea un viaje a Alemania para negociar los minerales argentinos  que abastecerían la segunda guerra mundial.
Qué no decir de sus manipulaciones con Ferrasano, hijo ilegítimo de su tío, a quien utiliza para cometer graves delitos  a cambio de oportunidades políticas relevantes.
Larga sería la lista que le podemos adjudicar. Pero para eso llega Rivera en el anteúltimo capítulo.




Su casa en Rosario
Cuestión es que Ibarguren entra y sale
de la historia “vivito y coleando”.
Aquí viene otra de las preguntas existenciales a las que los personajes  nos llevan como en un cauce: ¿Por qué los delincuentes poderosos –salvo raras excepciones o novelas clase B- permanecen impunes a lo largo de la historia humana?
Podemos acordarnos de una frase que va a poner más “leña al fuego” todavía: “Dios hace salir el sol para  buenos y  malos, y hace llover sobre justos e injustos”
Seguramente que estas palabras nos suenan.
Seguramente, alguna vez las hemos oído al pasar, o –en el mejor de los casos- las hemos meditado.


Así es, no más. Aunque tengamos mucho para discutir. Así nos lo demuestra la vida.
Pero la mayoría de nosotros no está de acuerdo.
Será que nuestra tendencia a castigar es muy fuerte. Será que nuestro impulso de exterminar a los que causan problemas es innato. Será que tenemos dentro más agresividad de la que pensamos. Será que los que llamamos malos tienen una función en la historia de la evolución, que no podemos apreciar.

Paradójicamente, si Ibarguren nos acerca a estos planteos, sin dudas tiene una función extraordinaria.
Podemos preguntarnos, indignados: - ¿Pero, qué significa esta frase…? ¿Debemos saludar a los malos e injustos con honores, mientras corrompen, ejecutan, oprimen y desvalijan? ¡Pero, por favor! ¡No nos vengan con estupideces!”

Estamos en nuestro derecho de seguir adelante con estas ideas. De implementarlas y defenderlas. “De matarlos a todos”… como suele decirse. “¡Arriba la pena de muerte!”
Sin embargo, también tenemos la obligación de pensar en otras posibilidades.

Habría que ver, por ejemplo, si nosotros mismos somos siempre tan legales, veraces y respetuosos de las vidas ajenas. O sólo es una cuestión de “matiz”.
La música y la Ópera: su pasión

Si entre nuestros seres queridos hay algún transgresor, ¿somos tan severos con él, como con el corrupto de la vereda de en frente?
Algunas personas que dieron vida a los personajes de la Radionovela decían:
“ Yo nunca haría el personaje de Ibarguren.”

Es que hay que ser muy valiente para encarnar “el arquetipo de la sombra” –en el decir de Jung. O simplemente tener un fluido contacto con ella y haber aprendido a no dejarse someter por ella.
El trabajo del actor se trata de eso: de poder encarnar el santo y el malvado, la pura y la puta, el héroe y el cobarde, la madre y la bruja, el médico y el asesino.

Los personajes con poca ética y moral, como Ibarguren, El Choclo, Ferrasano, Carmen Gómez y Nina, son difíciles de componer si no se es actor o se tiene poco trato con el aspecto sombrío de uno mismo.
Gracias don Rodolfo Ibarguren, por habernos obligado a llegar a los límites de nuestra aversión y de nuestra capacidad de perdón.
 
Quienes más cerca estuvieron de ello fueron Manón y Rivera.
A quienes se suman Rosa y Ferrasano en el devenir de los acontecimientos.
Rivera está a punto de matarlo un par de veces, al ver los estragos emocionales que Ibarguren produce en Manón: la mujer que ama.
Sin embargo es ella quien lo disuade, acudiendo a su inteligencia para elegir la acción que más conviene en vez de dejarse llevar por los impulsos.




Cuando en medio de una situación límite, viendo a su amado desangrarse a pocos pasos, Manón apunta con un arma a Ibarguren directo al corazón, nos lleva al límite del acantilado: matarlo y liberarse definitivamente, o perdonarlo y dejarlo ir para que siga tramando su persecución. Aquí es Rivera quien la conduce a una elección noble, pidiéndole que lo ayude a él. El discurso tácito de Rivera es: “No se hunda matándolo, ocúpese en salvarme a mí que la necesito”… Y ella lo comprende instantáneamente.
 

Cuando Ferrasano comprende que Ibarguren lo mandó a matar, siente el pánico de la implacabilidad: “Es de los que no perdonan”, le dice a su mujer.
Pero ella, Rosa Ugarte, salta por encima del fundado miedo de él, llena de amor y esperanza: le propone irse del país y dedicarse a cosas de otra categoría.



Rosa y Rivera son intermediarios de la Voz de la Nobleza que se acerca a los damnificados por el malvado, para susurrarles que elijan la propia libertad, en vez de la venganza.

La venganza los colocaría en la categoría de asesinos. Nada los diferenciaría de Ibarguren. Sería sólo una cuestión de matiz.
La Nobleza los enaltece, los aparta para siempre de su ámbito perverso y los libera en un camino propio, iluminado por Valores eternos.
Para acceder a esos valores, ¿se necesita un temperamento místico? ¿O simplemente se trata de permitirle el vuelo al Pensamiento?
Cualquier opción es posible y válida. La cuestión es acceder a otra realidad posible, en vez de permanecer encadenados a un realismo azaroso y atroz, como permanece Ibarguren.
 

Cuando Manón le ruega que reflexione, que se detenga,  y le habla de la Verdad y la Ley que ella descubre en los acontecimientos de su vida, él le responde con pasmoso realismo: “Decime, pebeta, ¿vos todavía crees en los Reyes Magos?”

Dejemos que siga saliendo el sol y lloviendo sobre los esclavos del realismo.
Los que podamos, echemos a volar el pensamiento y el alma. Elijamos la libertad.

Gracias, don Rodolfo Ibarguren, por hacernos ejercitar lo más difícil: vencer la propia  ira y liberarnos.


*Voz de Ibarguren en la Radionovela: Roberto Ricci.


 


EL CHOCLO 
  
Guardaespaldas y hombre de confianza de Ibarguren

Es un matón a sueldo. Un personaje de la mafia portuaria  de Rosario y “la mano derecha” de Ibarguren en asuntos personales delicados.
A pesar de todo su currículum, El Choclo, apodado así por su cabello pelirrojo y largo, tiene un “charme” particular.

Aparece en la historia persiguiendo a Manón, la amante prófuga de Ibarguren, a quien conoce desde los inicios de la relación que ella tiene con su patrón: hacendado, abogado y político conservador.
Más allá de su carisma personal, que cuesta comprender a quienes no tenemos esa estructura psicológica: es por completo fiel a su jefe. Su vida está al servicio de los intereses del doctor Ibarguren, sin ningún tipo de cuestionamiento moral.
No se siente esclavo, ni títere, ni añora o anhela  un estado distinto. Está más que conforme con su trabajo en relación de dependencia del gran personaje de la aristocracia rosarina



Con compañeros en todo tipo de negocios turbios




Pareciera sentirse orgulloso de ser útil a un hombre de alta posición.
Tal vez estar al servicio de alguien encumbrado lo hace sentir encumbrado por ósmosis.
Ésta categorización pasa a ser tan importante, que se pierde de vista la ética de las acciones que encomienda.

Aquí también, la psicología podrá venir a profundizar más en el asunto.
Amores extraños los que se dan entre este tipo de personas, que encarnan sin conflictos los arquetipos del amo y del esclavo.
El Choclo no parece tener confusiones al respecto de su propia estima, lo que notamos en él es una  admiración máxima por Ibarguren.
Lo que escuchamos de Ibarguren es una confianza total en El Choclo.
Extraña amistad, que excede los límites de  un vínculo empleado - patrón, ya que Ibarguren le da participación en los pormenores más ocultos de su vida personal.


Quien cuestiona al Choclo es su amiga Nina.
Ella es la única que sufre la falta de vida personal que lo afecta.


 

Piecita que alquila cerca de Punta Brava
Bulín de amor con Nina...

Nina ha sido pupila en un burdel de Rosario, perteneciente a don Rodolfo. Ahí conoce al Choclo y se enamora de él.
Dos seres sin libertad, que solamente podrían conquistar una vida propia si los dos quisieran salir del amiente en el que viven.
Ella quiso, allá y hace tiempo… cuando eran más jóvenes. Él no. Ni siquiera se lo planteó seriamente, ya que esa posibilidad implicaba una desobediencia a Ibarguren.

Esta situación del pasado, aparece candente en los reclamos que Nina le sigue haciendo varios años después, cuando se la vuelve a encontrar en las serranías de Punta Brava, esta vez, trabajando para una madama criteriosa, que no la explota como en sus primeros años.

En las conversaciones que Nina y El Choclo mantienen durante la historia, percibimos matices de ternura, amenazas, amor herido y fatalidad existencial.
Sus diálogos suenan graciosos, vibran dolientes.
Como suelen hacer las mujeres, Nina le reclama hasta el último minuto por una decisión de amor.

¿Qué será más fuerte en él? ¿Su fidelidad al doctor, o su amor con Nina?

La historia nos lo irá revelando.

Aunque es la amante de Ibarguren, El Choclo pasa más tiempo con Manón que con Nina.
La había cuidado cada noche, durante años, en las funciones del teatro vaudeville de Rosario hasta dejarla en su departamento, bajo llave, seguro de que ningún gavilán le hubiera robado la presa a su patrón.
Relación compleja también, la de El Choclo y Manón
Por momentos sus discusiones eternas toman un extraño cariz: el de amigos en desgracia.

El Choclo pasa la historia persiguiendo y atrapando a Manón, y en el medio,  aparece Rivera para complicarle las cosas.
Lo que hubiera podido ser tan fácil como ir a buscar a una mujer indefensa y traerla de vuelta con dos cachetazos, se le convierte en una misión difícil, que le exige estrategias.

A tal punto, que su objetivo inicial, que solamente se trataba de ir a buscar a Manón y llevarla de vuelta a Rosario, pasa a tratarse de encontrar al hombre que la defendió por fortuitos motivos.
Lo que traba mucho sus planes es que el hombre en cuestión es un agente de investigaciones privadas del gobierno, que trabaja al servicio del partido Socialista.

Aún así, El Choclo es implacable. No repara en tiempo, distancias ni métodos.
Peleas de cuchillo, juramentos de venganza y acechos constantes  los enfrentan  a ambos a lo largo de la historia.

¡Habrá que seguir el relato  para  asistir al desenlace!

 
*Voz de El Choclo en la Radionovela: Jorge "Pipi" Carrizo



Gracias, querido Jorge, por haber compartido con nosotros este trabajo.
Por tu humildad, por tu deseo de que El Choclo saliera a la perfección.
Por no haber reparado en la cantidad de horas que trabajábamos, ni en el frío que a veces nos exigía una taza de matecocido en las manos heladas.
Gracias por tu respeto y tu buena disposición constante, por tu alegría y por tu voluntad excepcional para ensayar y crear el personaje... Por haber amado el aprender a actuar.
Gracias, querido amigo, por estar hoy en el Mundo Espiritual, intercediendo por todos nosotros.




EL CHINGOLO

El Sr. Chirino, apodado "El Chingolo" trabaja para el doctor Ibarguren y es un delincuente de guante fino.
Galante, bien vestido, de buena labia y atractivo para todos los que lo tratan.

Nadie puede imaginar que es un mafioso de primera categoría, en quien Ibarguren confía la misión de borrrar del mapa a Ferrasano.




Viene haciendo buena carrera en un sin fin de asuntos.
Según lo dice el mismo Ibarguren, hace diez años que no lo decepciona en nada.
De buen pedigree El Chingolo.
La anti tesis de El Choclo: reo, mal vestido y agrandado.

El Chingolo también tiene un charme adorable, especialmente en su voz.

Es el último adversario que enfrenta a Rivera cuando defiende a Ferrasano por testigo y actor principal de un crimen político que merece ser resuelto.

El Chingolo tiene un amor propio sin comparación.
Tiene la madera de un kamikaze.

Lo comprobamos cuando ya no tiene mucho para ganar, y saltando por encima de todos los obstáculos, arremete a  tiros contra Rivera y los suyos, derriba la puerta del cuarto donde se esconde Ferrasano y le tira dos veces, con una fuerza vital increíble.
Todo para cumplir exitosamente con su objetivo.

Parece que El Chingolo muere.

Decimos "parece", porque los hombres de esta categoría no suelen morir tan fácilmente.

Habrá que esperar el devenir de la historia, que seguro tendrá su segunda parte, para enterarnos si El Chingolo todavía está en algún sitio... ¡vivo, por supuesto!






*Voz de El Chingolo en la Radionovela: Carlos Christiansen




ESTER


Ester es la secretaria de Ibarguren.

Hace veinte años que está con él y conoce todos sus negocios y el calibre de su fortuna.
Su carrera política, su familia legítima y sus amores paralelos.

En nuestra historia, pocas veces se la nombra y nunca habla hasta el diálogo telefónico del anteúltimo capítulo.

Es la mujer en quien Ibarguren más confía, con la que pasa más tiempo y a quien le otorga opinión en su decisiones.

Bastantes privilegios para una mujer.
Esto demuestra que la señorita Ester es sumamente hábil, inteligente, estratega, diplomática y fiel hasta la médula.

Para estar veinte años junto a un hombre tan controvertido, hace falta mucho más que vocación, hace falta amor.

Por el respeto con que él la trata, no parece ser del grupo de mujeres con las que se divierte.

Tampoco es la amante que lo trastorna.

Es muy probable que sea una relación abierta a todo, según las circunstancias.
Como esos affaires que cada tanto se renuevan para mantener fresca una amistad sin calificativos.

Sea como fuere, no es lo que nos interesa.

Relaciones de devoción hacia una persona encontramos muchas en la vida.
No son propias de 1920.
Estos amores que no se realizan en ámbitos de pareja matrimonial o amatoria, se realizan en una mutua dependencia, en una colaboración profunda,  más importante aún que las otras. 

En general son mujeres las que sienten esa vocación de amoroso servicio incondicional hacia hombres con funciones trascendentes, en la política o en la religión.

Ibarguren llama a Ester a la madrugada, en un momento crítico. Está desolado y no sabe qué hacer con su vida ni con las personas que le importan.

Ella, aún sorprendida, aún semidormida, le va aclarando los puntos en los que le conviene ceder, negociar o renunciar.

Diferenciar estas categorías de acción no es nada sencillo.
Sólo puede hacerse cuando una piensa demasiado en la vida de otro.

Ester parece estar pendiente de cada detalle de la vida de don Rodolfo, y es por eso que en pocos minutos de diálogo por teléfono se pueden entender sin demasiadas explicaciones.

Si Ester renuncia a una vida personal más plena por estar siempre atenta a los asuntos del político, no lo sabemos.

Sí sabemos que lo cuida en todos los aspectos: preserva su imagen pública, sus intereses económicos y su salud emocional.

Más todavía: lo cubre en sus negocios ilegales y negocia a su favor con la policía y con su familia.

¿Algo más puede pedirse a una secretaria?

Gracias, Ester, por aparecer como una rara flor en medio de un bosque, expresando un tipo de amor que no suele ser valorado.

Al fin y al cabo, ¿quién puede decir cuántos colores tiene el amor?


*Voz de Ester en la Radionovela: Marta Dorso








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