ROSA UGARTE, FERRASANO, Y CERVANDO.

ROSA UGARTE 

Rosa posee la personalidad más esstricta entre todas las que aparecen en la historia.
Fue una niña sanada por la caridad de religiosas que trataron, durante años, de poner bálsamos sobre su terrible herida: la pérdida de su hogar y toda su familia.
Es probable que una vida en medio de la oración y el servicio haya podido ser un “tutor” indiscutible para que no creciera llena de resentimientos.
Sin embargo, su alma necesitada de justicia y verdad, generó un carácter con una moral por demás rigurosa.

Por algún lado sangra la herida…

Muchas veces, ser demasiado rígido en los juicios, puede ser tan pernicioso como ser ambiguo en las nociones éticas.


Aunque es bueno notar que la mayoría de nosotros prefiere a su lado a una persona confiable y no a una mentirosa o cambiante.

Rosa y Tancredi

Rosa encarna las ideas “victorianas” propias del siglo XIX, y propias de las mujeres decentes y madres de familia.
Respeta a su esposo, educa a Florinda,
ayuda a los vecinos, mantiene su negocio con honestidad, protege a los débiles y es veraz.
Tanto que la engañan más de una vez, sin que lo sospeche siquiera. Especialmente el hombre que amará más de lo que ella misma se cree capaz:
don Ferrasano Justicia.

Rosa niña con su familia en la Estancia de Pergamino.

Demuestra que es una mujer cautivante, seguramente por su personalidad límpida, valiente.
No la imaginamos derrochando hermosura corporal, sino fuerza de carácter. Parece que con eso basta para tener loco a Tancredi y a Ferrasano… y tal vez a varios más. No lo sabemos, porque suele suceder con las mujeres muy respetadas, que los hombres las admiran en silencio y a distancia. Sin ese abordaje adulador que suelen implementar con las que sólo son bonitas.


Aunque casi siempre está poniendo en vereda a alguien, Rosa es el ángel guardián de Florinda y Manón. Defiende a dos mujeres simples: una paisana que no hubiera sabido ni leer de no ser por sus cuidados, y una madre soltera perseguida por su amante golpeador.
La vemos acceder sin prejuicios al Peringundín del pueblo y tratar con la madama y las pupilas sin que se le caigan las puntillas.

Podríamos pensar quién de nosotras tiene la virtud de ser tan amplia en sus relaciones y tan generosa en sus intereses.
Rosa es un buen termómetro para medir el calor del amor que tenemos dentro las mujeres.
Ella parece tener mucho, y la eficacia de sus obras lo demuestra.


 
Cuando empezamos a oir cómo Ferrasano la seduce, la engaña y la envuelve con sus palabras, nos da cierto escalofrío.
La primera pregunta que aparece en
nuestra mente es ¿cómo no sospecha nada?
¿Cómo es que nos e da cuenta?

Rosa no deja de ser mujer. No es una diosa griega.

Ferrasano la engaña y la envuelve… solamente para tenerla, porque la ama. Esto es lo que a él lo redime de todas sus patrañas. Lo único cierto que posee don Agelisao son sus sentimientos por doña Rosa Ugarte.


Lo demás, es todo interés egoísta.

Ella descubre con él un amor que con el tiempo, supera todo, hasta sus propios juicios morales.
Este es uno de los  puntos más interesantes a los que nos conduce doña Rosa. Tener que aceptar el comportamiento delictivo de su marido y apoyarlo para recuperar su dignidad, en vez de rechazarlo.
Es claro que un salto psíquico de tal naturaleza no puede darlo sola. La ayuda más que mucho don Rivera.
Rivera no es un consejero espiritual, es un hombre nacido en el campo, que posee la sabiduría innata del gaucho.
Él supo que Ferrasano tramó la muerte del marido de Rosa cubriéndola con la fachada de un disturbio político. Sabe que Ferrasano tiene otro homicidio en su haber. Sabe además, que trabaja para Ibarguren. Sin embargo, cuando se entera que Rosa y él se han casado, no desespera. Simplemente toma precauciones, y cuando puede, le sugiere a ella que no cometa “el mismo error que con don Tancredi”: haberlo abandonado cuando él se metió en negocios ilícitos.

A la mayoría nos ha pasado que una frase dicha por alguien del campo, nos ha revelado más que los discursos de un gurú.
Lo que Rivera le dice a Rosa tiene la luz de una revelación. Por eso ella no necesita más explicaciones. Entiende y actúa.
En el momento más crucial, cuando escucha la terrible confesión de su esposo, también está Rivera para sostenerla: “Usted puede con esto Rosa… Sea fuerte…” ¡y ella puede!
Cuántas veces las palabras de un amigo nos habrán rescatado de la desesperación.
Lo que no parece posible para la lógica, lo hace posible la mano fraterna del que nos aprecia con sinceridad… ¡y salimos a flote en vez de ahogarnos!

La amistad más noble de la historia es la que nace entre Rosa y Rivera.
En principio porque son mujer y hombre. Difícil de creer para muchos.
En segundo lugar porque no es una relación de mates y sonrisas: están para apoyarse en lo más difícil que les toca.
Él tiene mucho para agradecerle: la vida de Manón.
Ella tiene otro tanto: la sabiduría para permanecer junto al hombre que ama.

El patio de la cocina en la casa de los Tancredi.

Vida intensa la de doña Rosa: alternadamente rica y pobre, huérfana y casada, viuda y vuelta a casar, engañada y amada. Le sobra paño hasta para fundar un hogar para niños que necesitan madre. Figura interesante para contemplar por aquellas mujeres que sienten que “ya cumplieron”…
La cuestión es si alguno de los que todavía estamos en este mundo tenemos derecho a decir que “ya cumplimos”. Más parece una excusa de flojos, que una verdad.

Una faceta interesante de Rosa es su afecto posesivo hacia las personas que cuida: se enoja con Florinda cuando le anuncia que Aureliano vendrá a pedirla para casamiento. Se enoja con Rivera cuando le avisa que al amanecer partirán con Manón lejos del rancho de la Dorita.
Se enoja cuando se le van de bajo las alas los seres que ama.
Claro, tampoco es una monja, que cultiva el amor desapegado e incondicional.
También discute y se envanece.
Rosa es una mujer por los cuatro costados… sin embargo es virtuosa.
Buen ejemplo.
Tan virtuosa que logra ser flexible con el que no lo es.
Esto último es el mayor signo de su altura espiritual.

Gracias doña Rosa Ugarte, por llevarnos más allá de las apariencias de la virtud.
Por no dejarnos con la imagen de la buena señora que crea orfanatos y hace donaciones para una escuela.
Gracias por llevarnos con tu vehemencia, al claro del bosque, luego de haber hachado bien fina la soberbia.
Gracias por llevarnos al corazón del amor.

* Voz de doña Rosa Ugarte: Sra. Silvia Pernas de Gómez.






DR. AGELISAO FERRASANO JUSTICIA

Dr. Agelisao Ferrasano Justicia


Don Ferrasano  es uno de los personajes  que sostiene la intriga en la trama de nuestra historia.


Si bien aparece como político de clase alta, de a poco vamos  comprendiendo que vive en una
“zona de riesgo”. Está pero no es.

Figura, pero no pertenece totalmente a la aristocracia argentina.
Es claro: ser hijo no reconocido por un padre con abolengo, en 1890, no era fácil.

Sin embargo, su vida no es de las peores. En sus relatos adivinamos el amor intenso que unió a su madre, ya viuda, con el gran terrateniente casado, Emilio Ibarguren.


Casa materna del Dr. Ferrasano en Punta Brava
Agelisao, nacido de esa unión socialmente escondida, tuvo todos los beneficios de un muchacho de buena familia: dinero, educación y carrera. Su padre nunca lo dejó abandonado a su  suerte.
Periódicamente pasaba una temporada con su madre, que adivinamos joven, bella y exquisita en su sensibilidad. Todo indica que si don Emilio hubiera podido, seguramente se hubiera casado con la viuda Justicia.

Es más, Ferrasano mismo cuenta que una vez al año, su padre lo visitaba en el colegio de Córdoba.

Su padre  Dr. Emilio Ibarguren

De todos modos, Agelisao lleva una herida que no cierra: es hijo bastardo. No es un Ibarguren.
Para colmo,  hay quien se encarga muy bien de hacérselo notar con creces: don Rodolfo, su primo: un verdadero y legítimo “Ibarguren”. Aunque a cada momento vemos que ser legítimo por partida de nacimiento, no le confiere la dignidad propia de su apellido.

Don Agelisao hace todo lo posible, sin mediciones éticas, para pertenecer al círculo de poder de la familia de su padre.
Esta vulnerabilidad psicológica, es fácilmente detectada por su primo, quien se vale de ella para tenerlo a su servicio y a su merced.
Tentándolo siempre con promesas de cargos relevantes que sin duda le puede otorgar.

El motivo íntimo del comportamiento delictivo de Agelisao es ese: tener y poder lo que el resto de sus hermanos y primos legítimos.

Claro que no todo en un ser humano depende de sus condicionamientos psicológicos, de sus heidas de crianza o nacimiento.

Podría haber tenido la fuerza espiritual, la tendencia a la justicia y a la verdad.
Pero don Agelisao no la tiene. Es sumamente débil en este aspecto.

La educación salesiana, la bondad de su madre, el consejo breve de Cervando, la existencia de otros Ibarguren con nobles principios, no han podido enderezar su carácter.



Cervando, su secretario de toda la vida...
 
Ahí es donde el alma revela su naturaleza, su filiación divina. O demuestra que no la tiene suficientemente viva para triunfar sobre las tristes condiciones de la existencia.
Ese es el espacio de libertad con que todos contamos.
Donde no hay nadie ni nada que nos obligue fatalmente a ser de una determinada manera.

Con esa libertad, Agelisao elige como referente a Rodolfo Ibarguren, el mayor transgresor de la familia.



Reunión políticas del partido
Conservador al que pertenece

Sin embargo, se enamora de una mujer por demás recta y virtuosa: Rosa Ugarte.
Parece que  buscara a su lado a alguien que no lo deje llegar más lejos todavía. ¿O será que el Destino le tiende una celada?

Desde el principio escuchamos a don Ferrasano arreglar un negocio turbio tras otro. Hasta para tener vía libre con la mujer que  ama, arregla la muerte de su marido.

Nuestra indignación llega al máximo cuando finge encontrarse por casualidad con Florinda y le sonsaca el paradero de doña Rosa, valiéndose de la confianza y los limpios pensamientos de la muchacha.

¡Qué provocador don Ferrasano! ¡Ni con el cura es sincero! Todo en su vida tiene doblez… salvo su amor por Rosa.
Este amor  lo redime de todas sus patrañas, lo salva y lo saca adelante, porque es correspondido. Rosa lo ama como a nadie en su vida.

Lo comprende, lo perdona, lo espera, le propone, lo acompaña… pero nunca lo justifica ni lo consiente.

Este punto, la actitud de Rosa, es muy importante para nosotros, los que seguimos de cerca las intimidades de ellos. Porque nos lleva ante un acertijo al que no todos encontramos la respuesta.

¿Qué hacer con los graves errores de los seres que amamos?
Lo que hizo Rosa es un buen ejemplo.
Podemos comprender sus motivos, o sus incoherencias. Podemos  evitar rechazarlos como personas, siendo honestos al demostrarles amor y compañía, mostrándoles opciones, caminos, posibilidades. Pero que esto les sirva para salir de la ruta, para mejorar, para dejar de lado las fechorías.

Rosa nunca deja solo a su marido. Ni siquiera le reclama o lo juzga.
Hay que tener un amor muy grande para no caer horrorizada al enterarnos que nuestra pareja  asesinó a un funcionario, tramó un complot para dejarnos viudas y anda en negocios ilegales con un mafioso de la alta alcurnia.

El detalle clave es que para admitir escucharla y aceptar su ayuda, él tuvo que quebrantarse, tuvo que tocar fondo y límite.
Tuvo que hacerle frente a la idea cobarde del suicidio. Tuvo que sentir el terror de sentirse acorralado por asesinos a sueldo, y lo más importante: ¡tener la suerte de no morir en el embrollo!

Tal vez el amor de sus padres desde el más allá, las oraciones y las buenas obras de Rosa y el amor que él le tiene, con el que se purifica a sí mismo, obraron el milagro de situarlo en otro camino.

Gracias por darnos ojos de esperanza para con todos los que calificamos de incorregibles.
Gracias por atravesar las brasas de la opinión pública que estigmatiza, y salir airoso, simplemente porque todos somos humanos y capaces de cometer errores.
Gracias, don Ferrasano, por mostrarnos que el cambio de los equivocados, siempre es posible.

Bástenos su historia para nunca menguar en el amor.


*Voz del Dr. Agelisao Ferrasano Justicia: Juan Carlos Cristhiansen





CERVANDO

* Voz de Cervando en la Radionovela: Carlos Altamirano "Carloncho"




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