MADAM KLEN y LEOPOLD FODÉRÉ

Madam Klen es integrante de la elite aristocrática proteña de 1920.
Ni matrona casada al servicio de una familia, ni viuda sumisa a los cánones de las mujeres decentes: viaja donde las costumbres son
escandalosas, tiene amantes y no lo oculta,
vive para disfrutar de la vida luciendo  trofeos
de liberalidad ante las amistades convenientes.

Aunque liberal en sus costumbres, está muy lejos de ser  una “feminista”.
Al contrario, las cataloga de estúpidas.

¡Claro! Las feministas devienen de las comunistas,
no de las familias terratenientes.
Trabajan duro por sus ideales, no viven de sus rentas.

Se ocupan de la política internacional no de los chismes sobre encumbrados personajes de las familias poderosas. 

Renuncian al amor con un solo hombre por lo que pudiera mantenerlas atadas, restringiéndolas en sus acciones… No se mantienen solteras por comodidad.

Nada más lejos de una feminista nuestra madam Klen, eventual amiga de Manón, en la fiesta del Club del Progreso.

La antítesis de la idealista, la luchadora o la reformadora social.
Madam Klen goza de todos los beneficios de la “high life”.
Es con este contraste que nos hace ver una realidad nacional completamente dispar y escindida en sus orígines y objetivos.
En sus labios, temas como la revolución universitaria o la existencia de los indios, nos suenan a vergüenza ante la mirada enjuiciadora de la oligarquía del hemisferio norte.

Buen modelo para pensar en algunos temas.
Madam Klen se parece… ¿o es idéntica?  a algunos personajes reales de nuestra farándula del siglo XXI. Por supuesto con otras modas y otro sistema de creencias. Pero el fondo no varía.

Hasta donde la escuchamos, no sabemos realmente si su amistad con Manón es verdadera o totalmente fingida. Habrá que esperar que se junten a tomar el té.
Aunque… por momentos se escapa de ella un hálito de una compasión femenina que se extiende sobre la amante de Ibarguren y le otorga libertad y consuelo.

Klen comprende que a Manón está junto a Ibarguren porque no tiene opción.
También intuye la especial atracción que se produjo en el baile de máscaras entre la joven y el misterioso caballero, y no parece tener objeción en alentarla con esta relación paralela.
Advierte a Ibarguren de su “antigüedad” en un breve comentario de viejos amigos que son… ¡Y se divierte con todo!

Al final de la fiesta podemos adivinar que su acercamiento a Manón se trata más bien de una habilidad suya para pescar sabrosos chimentos de la elite política, que luego compartirá durante el té con sus encumbradas amigas.

Todavía las revistas, la radio y la televisión no se encargaban de ello. ¡Así que alguien tenía que animarse a hacer el placentero trabajo!
Madam Klen es osada: se va a Egipto para no aburrirse, se baña con trajes de baño indecentes en las costas de la isla de Capri y no duda en tener  amantes  cada vez que viaja.

Personajes criticables ellos: Madam Klen,  promiscua y chismosa.  Ibarguren, el posesivo político corrupto…  y Manón, la sometida obligada a fingir, que anda por las terrazas planeando escaparse con otro.

Aunque ¿no nos alimentamos nosotros de las vicisitudes de gente como ellos a través de las revistas y los programas de chimentos?
¿En qué no diferenciamos de madam Klen y sus amigas?
Realmente, en nada. Es decir que nuestra sociedad, con más o menos dinero, con uno u otro presidente sigue posando sus ojos en placeres similares: lo que hacen los famosos y los vecinos.

¿Hay que avergonzarse?  Sería inútil.
De hecho necesitamos saber qué pasa en las vidas ajenas, y si son figuras relevantes, mejor.
Habrá que admitir esta tendencia como una intensa necesidad humana, y –por lo menos-  medir qué nos quita a la propia vida.
No vaya a ser cosa que invirtamos demasiado tiempo en saber de ellos y perdamos preciosas oportunidades de tener nuestras propias apasionantes historias. O al menos, de hacer lo posible por tenerlas.

Gracias, madam Klen por acompañarnos glamourosamente por la fiesta del Club del Progreso y ponernos al tanto de “jugosos bocadillos”.
En especial, por no perder nunca el estilo.
Mujer intensa, libre, curiosa y divertida… ¿A quién no le gustaría pasar un rato con ella?
Aprendamos de su visión de la vida… ¡que es bueno ser un poco superficial!
Esa visión –decíamos- que pasa a la categoría de anécdota las peores tragedias de la existencia.
Hay quienes dicen “No hay mal que dure cien años”…
Pues ella inventa:  “Todas las obras… ¡¡terminan!!”


*Voz de Madam Klen en la Radionovela: Sra. Mónica Herrero





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LEOPOLDO FODÉRÉ

Otro personaje de la aristocracia argentina del '20.
Hijo de HEINRICH von BOITZENBURG Y DOROTHEE FODÉRÉ.
VON BOITZENBURG , de la familia de los lores, que integraron el Lantag o la Cámara baja del Parlamento bicameral en el Reino de Prusia. Emigró hacia Argentina luego de la guerra con Francia en 1870. Desintegración del imperio, e inestabilidad política.
Se preveía una gran guerra.
Casado con la Navarro francesa Dorothee FODÉRÉ.
Llegados al Rio de la Plata en 1875. Entraron a Entre Ríos y Santa Fe junto a varios inmigrantes provenientes de Francia.
Allí se quedaron, en la ciudad de Santa Fe.
Dueños de muchas tierras.

Él utiliza socialmente el apellido y el idioma de su madre porque está de moda la cultura francesa, y es más aceptada por los argentinos, que la alemana.
Leopoldo es hacendado, y además, intenta monopolizar, desde la Asociación Industrial, la industria.
Él y su socio, Maurice Clever, poseen fábricas de la incipiente industria textil en Argentina.
Su mayor competencia es Inglaterra y Francia. Su interés en desarrollar la industria estriba en que es dueño de la tierra, el ganado ovino, las plantaciones algodoneras, las fábricas de tejidos, y posee  barco propio entre el puerto internacional de Rosario y el de Buenos Aires, para comercializar dentro y fuera del país.

En el momento en que lo conocemos, en la fiesta de fin del año  1921, en el Club del Progreso de Buenos Aires, don Leopoldo nos atrapa con su discurso chispeante.
Su ojo clínico para detectar a las personas lo convierte en un interlocutor interesante, además de su fina ironía  y su desapego paradógico de las cuestiones financieras.

Personalidad atrapante que pone en figurillas a don Rivera para conseguir que le revele  el dato que necesita. No le fue nada fácil, aunque tenía varias ventajas sobre monsieur Fodéré.
Rivera y los suyos estuvieron preparando el encuentro desde hacía meses y trabajan para las investigaciones privadas del gobierno.
Don Leopoldo, aunque muy lúcido y perspicaz,  ¡está simplemente disfrutando de una fiesta!
Solamente cuando M. Fodéré está convencido de que Rivera Pere Estévez de Lafuente es un noble hispano más liberal que él mismo… se aviene a hablar.

Aún así,  de no haber sido por la promesa de Rivera de regalarle una noche entera con la mujer misteriosa de la fiesta, que exhala erotismo sobre su imaginación, don Fodéré no hubiera soltado sus secretos.

Lo más interesante de nuestro querible personaje, es que revela justamente lo que el guapo Rivera viene buscando desde el primer capítulo: la relación directa del doctor Ferrasano Justicia en el homicidio del diputado Meijides.

Rivera investiga a Ferrasano  porque es el principal sospechoso en el crimen político. Durante toda la historia, va tras esta prueba, y le corresponde a don Fodéré brindarla con total naturalidad.

Crímenes políticos arreglados. ¿Cuántos días tienen que pasar para que encontremos en los diarios titulares sobre este tema? Muy pocos.

Don Leopoldo se nos torna muy actual, y se nos hace simpático porque lo vemos desde su lado, desde adentro.
Aunque no perdemos de vista que quien arregla  un homicidio como parte de un negocio, tiene los valores un tanto invertidos.

En este sentido, don Fodéré encarna a aquellos que en vez de buscar soluciones de fondo, o renunciar a sus intereses, acuden a cualquier medio para sacar del camino lo que molesta.

Tal vez lo más difícil sea renunciar a nuestros propios intereses.
Porque descontado está que entre los grandes empresarios, encontrar soluciones a los problemas sociales, no es vocación mayoritaria.
Parece que cuanto más ricos, más poderosos, más influyentes nos volvemos los humanos, más pequeños vemos los delitos que cometemos.

Gracias, monsieur Fodéré por compartirnos sus cuitas.
Por dejarnos, al escucharlo, el tono de la falacia y la impunidad de la que gozan muchos. 
El atenuante que tiene usted, es que en su época, los derechos de los trabajadores no habían evolucionado en Derechos Humanos y Justicia Social.
¿Cómo hubiera podido comprender usted, los motivos de sus obreros en huelga, si veinticinco años después, todavía se endilgaba con desprecio, el rótulo de serviles “cabecitas negras” a los obreros argentinos?
¿De qué podríamos culparlo, si el terrible odio de casta, se disfrazó de opinión política en contra del Justicialismo?

En realidad, don Leopoldo, usted tenía varios elementos menos que sus posteriores colegas…quienes tal vez, la única responsabilidad que tienen es el mandato familiar que reciben y el no   actualizarse de veras en Derecho y en valores como la Nobleza.

El odio entre clases sociales es una tendencia que arrastramos genéticamente.
Poco mejoran las cosas, por más esfuerzos que hagamos.

Habrá que aprender a convivir con él, sin que explote una nueva Revolución Francesa... porque la clave parece que no es cambiar el poder de manos.
Sino cambiar el poder que las almas le damos a la riqueza.

De hecho tanto los republicanos franceses, como los comunistas rusos cometieron actos tan abominables como sus imperiales antecesores. 

Que vengan los sociólogos encabezados por Hegel para ayudarnos a comprender los movimientos dialécticos de la evolución social, y mostrarnos en el horizonte del futuro nuevas y mejores síntesis.

Gracias, don Fodéré, por su presencia clave, ya que al fin y al cabo, por su aporte revelador, se desatan fuertes nudos en nuestra historia.



* Voz de Leopoldo Fodéré en la Radionovela: Mario Ceretti




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