EL COMISARIO Y DON TANCREDI

EL COMISARIO


Don Jacinto Algañaraz es Comisario de una vasta zona de Cuyo, el tercio norte de la provincia de San Luis.
Recibido de Teniente en el Colegio Militar de la Nación, en Buenos
Aires, regresó a su pueblito natal: Punta Brava, para ejercer el cargo que lo ocupa desde hace treinta años.


Casado con una bella mujer de la alta sociedad porteña de Buenos Aires, doña Angélica Meijides, viven en la Estancia La Cortejada, en las cercanías de Punta Brava.


Don Jacinto quda viudo cuando la señora Angélica da a luz su primer hijo: Magdalena.


Esa niña es para él, hija y fiel reflejo de su esposa.
Todo su amor y sus cuidados están puestos en esa niña, hermosa y delicada como su madre.


Un hombre solo, con muchas ocupaciones y responsabilidades, no puede ocuparse por completo de su crianza.
Muy a su pesar, y por respeto a la última voluntad de su esposa, la confía a Felipa, con quien nunca pudo tener una relación simpática.


Angélica Meijides de Algañaraz


Don Jacinto sospechó siempre que Felipa le entregaba a su mujer, mensajes secretos de un amante anterior a su casamiento. Por lo que hubiera querido despedirla en aquellos días.
La cuestión fue que Felipa siempre se supo ganar el amor incondicional de su esposa, y luego de Magdalena.


Cada vez que intentó alejarlas, su hija reaccionaba como si su 
nana fuera su madre.
Así que fue imposible sacarla de la casa.


En varias discusiones don Jacinto saca a relucir su arrepentimiento por no haberla despedido a tiempo.
Porque Felipa no sólo parece conocer todos los secretos de la señora Angélica, sino también los del mismo don Jacinto.
Cosa muy natural que sucede con las personas que están empleadas en una familia durante muchos años.

Magdalena a los diez años


Cuando Magdalena cumple once años y completó los primeros grados de la enseñanza básica, el Comisario tiene todos los argumentos para internarla en un colegio religioso de Córdoba, para que le den una esmerada educación la congregación de las Hermanas de Nuestra Señora de la Misericordia.

Ahí Magdalena aprende literatura, bordados, historia, matemáticas, ciencias naturales y música.



Es en esta última materia donde más a gusto se halla, y cada vez que vuelve a su casa de la Estancia, durante las vacaciones, regocija a su padre con las composiciones aprendidas durante el año.



Estación de Punta Brava, donde llegaba en tren cada verano.

Para cuando acabe sus estudios con las Hermanas, don Jacinto tiene planes para ella: arreglarle un casamiento con un digno caballero de la zona. Para no dejar de verla, para que esté protegida después que él muera, y para que su posición económica se mantenga o mejore...
En el diálogo donde él le explica estas cosas a su hija, lo vemos dueño de un sentido común y una practicidad propia de los hombres que organizan la vida lo mejor que pueden.
Aunque su hija reacciona con rebeldía inusual, la extensión máxima de la flexibilidad de don Jacinto estriba en que le dará a elegir entre dos pretendientes.



Fiesta campestre en la Estancia
para celebrar Patronales y Compromiso



Para presentarla en sociedad y celebrar el compromiso, organiña una fiesta esplendorosa en La Cortejada, para las fiestas Patronales de Punta Brava.
Ese domingo comienzan una serie de secretos que don Jacinto ignorará durante meses, hasta que el destino se encarga de revelárselos.


Don Jacinto es un hombre inteligente, militar con excelente desempeño en la Revolución de 1890.
Le confían la insturcción de los primeros cadetes de un cuerpo de Policía para la nación.
Tiene excelentes relaciones en Cuyo y varios puntos del país.


Es un hombre habituado a dar órdenes y que se le obedezca.
A proponer estrategias de acción y que se las lleve a cabo.
A organizar las cosas con la formalidad y las buenas costumbres que su posición  exige.


Es imposible que un hombre con estas características acepte por un segundo que su hija quiera salirse de las pautas establecidas para una Señorita decente y con fortuna.


A veces, parece que la vida nos prueba más a llá de nuestras fuerzas.
Sin embargo,  es posible que las grandes crisis que afectan nuestra posición, fama y prestigio, sean las encargadas de forjar la única virtud necesaria para ser seres iluminados: la humildad.


Decía Francisco de Asís que la humildad no existe separada del amor y la sabiduría.


Cuando atentamos contra alguna de ellas, inmediatamente nos despojamos de las otras dos.


Tal es lo que le sucede a don Jacinto, a quien la vida, o Dios, lo querían sacar más bueno de lo que él suponía ser.


Cuando el doctor Jáuregui le pasa el parte sobre el estado de Magdalena, don Jacinto queda aprisionado en su orgullo viril. En su amor propio. En sus prejuicios. En su odio y en su total decepción de haber sido engañado y traicionado por sus seres más cercanos y amados.


Podemos comprender perfectamente sus reacciones. Su dolor. Su desesperación íntima.
No era nada fácil quebrarse, llorar, reclamar, y replantearse todo.


Como la mayoría de nosotros lo hubiera hecho, elige lo contrario a la humildad, y por lo tanto todos sus actos siguientes están exentos de sabiduría y de amor.


Cada tanto, hombres valiosos y admirados por su proceder, acaban suicidándose por ocultos motivos.
Parecee que lo más difícil de vencer fuera sentirse derrotado o desilusionar a la opinión pública.
¿Será que el prestigio se nos convierte en soberbia?
Tema para reflexionar.
¿En qué estado estamos nosotros?




El desenlace que don Jacinto propicia es trágico.
Como sus pensamientos y sus deseos.


En su falta de cordura espiritual, cualquier cosa es preferible antes que abdicar ante los hechos.


Hombre habituado a  lidiar  con  el  paisanaje

Acostumrado al trato rudo con la peonada, a las armas, a la violencia que controla lo que se muestra desordenado, a la extirpación de los focos de insurrección... ¡no hace más que seguir con tácticas aprendidas!


Sólo que ahora no es una rebelión social o soldados amotinados.
Ahora se trata de su hija y su prometido, de su empleada  y de un hombre a quien le brindó su casa y su amistad: don Augusto.

Difícil de superar el sentimiento de que se han burlado de nosotros.

Tal vez la prueba de don Jacinto no estuvo en hacer otra cosa en esta etapa final de los acontecimientos. Porque vemos que es casi imposible haber hecho algo diferente.

Seguramente el desafío existencial para él, estuvo antes, y era más sencillo.
Se trataba de escuchar un poco más a su hija.
De considerar, al menos, que ella tenía sentimientos, sueños e ideas únicas.

No se trataba de aceptar lo que ella quisiera.
Simplemente hubiera sido bueno escucharla, dialogar. Haberse enterado. Haberla dejado decir lo que ella deseaba.
Haberse tomado tiempo para pensar qué respuesta merecía y qué consejo necesitaba.
Haberse tomado el trabajo de persuadirla, de mostrarle los pro y los contra de algunas decisiones.
Haber esperado.
Haber amado, más que haber impuesto.

Aunque parece que para don Jacinto todo esto era más difícil que tomar represalias contra los que desobedecieron.

No olvidamos, Comisario Algañaraz que usted es un hombre de 1900. Nacido en el campo y venido a militar.
¿Dónde hubiera estado la ventana por donde la luz de la compresión hubiera llegado a su corazón?

No podemos saberlo exactamente.

El hecho es que actualmente, la mayoría de los padres actúan diferente.
Lo que nos lleva a afirmar que las cosas han cambiado un poco, a favor de la sensibilidad.

Aunque no podemos estar de acuerdo con usted en las decisiones que tomó para con su familia, podemos comprenderlo.

Sabemos que la luz de las personas se construye con las buenas obras, y usted hizo muchas.
Nos queda confiar en que ellas valdrán mucho más que sus errores.

Gracias don Jacinto, por enseñarnos que el ego no es buen amigo de la felicidad.


*Voz del Comisario Algañaraz en la Radionovela: Guillermo Abam Taichure







DON  TANCREDI

Es el marido de Rosa Ugarte. Dueño de la Pulpería de Punta Brava, el único y mejor negocio del lugar, hasta que llega la Casa de Carmen Gómez.

Enamorado de su mujer hasta los tuétanos, pícaro y con el ojo siempre puesto en "juntar una moneda".

De buenos sentimientos, italiano de nacimiento y con el habla "cocoliche" de los italianos que llegaban y se instalaban en  nuestro país.



Tancredi con sus padres recién llegado
a la Argentina en 1881

Tancredi quiere sacar ventajas haciendo negocios con el doctor Agelisao Ferrasano Justicia, postulado a próximo Comisionado de Punta Brava y aspirante a diputado nacional.

Sin embargo, amargas serán las consecuencias de tales tratos.

Demasiado buenazo el gringo para estar a la altura de las estrategias del político y abogado que tiene el mandato de establecer en Punta Brava casino y peringundín. 


La Pulpería de Don Tancredi en el Cruce de los Caminos

Todos los vecinos de la zona lo aprecian al gringo Tancredi. Casi todos son sus clientes en la Pulpería.
Tancredi es el prototipo del inmigrante y del tano que todos alguna vez conocimos: trabajador, bastante cerrado en sus ideas, posesivo con su mujer y apegado a la casa que él mismo y sus padres construyeran.




El sulky de Don Tancredi en Monte Carmelo

Gracias, don Tancredi por habernos recordado a los tanos de nuestra infancia o de nuestro barrio, a nuestros abuelos o conocidos venidos de la Europa para hacerse l'América.

Gracias por recordarnos que todos ellos son  parte de nuestra cultura y  nuestra identidad argentina.

* Voz del Tano Tancredi en la Radionovela: Ángel Laborde

























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